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Mateo

4:23–25 Resumen del ministerio de Jesús (Mar. 1:39; 3:7–12; Luc. 4:44; 6:17–19). Este resumen muestra que Jesús era aceptado en las sinagogas (en contraste con la hostilidad posterior) y am pliamente popular como maestro y especialmente como sanador; la misión en Galilea fue, esencialmente, todo un éxito. Mientras su ministerio estaba localizado en Galilea, Jesús atraía la atención en "toda la Palestina" (que formaba parte de la provincia romana de Siria). La prominencia de las sanidades establece un avance significativo sobre el ministerio de Juan: el poder del reino de los cielos, cosa que Juan preveía, ahora se estaba viendo en acción.


13:10–17 Cómo operan las parábolas (comparece con Marcos 4:10–12, 25; Lucas 8:9, 10, 18; 10:23, 24). Como lo indica el versículo 12, lo que uno saca de cualquier cosa depende de lo que uno le pone. Igualmente con parábolas: el mismo mensaje, como lo ha indicado la parábola del sembrador, ha de recibir respuestas diferentes dependiendo de la receptividad del oyente. Al explicar las parábolas a sus discípulos Jesús les abrió los misterios del reino de los cielos. Tiene su propia lógica, que el razonamiento humano no puede penetrar; su verdad debe ser revelada. El ser un discípulo significa asistir a la escuela de la revelación.

Los que no tienen este don, como lo había predicho claramente Isaías 6:9, 10, nunca recibirán más que un oír superficial del mensaje de Dios, y no les hará ningún bien. Pero el formar parte del grupo de los discípulos de Jesús es un privilegio mayor que el que disfrutaron los más grandes del pueblo de Dios del pasado (profetas y justos), que tuvieron un indicio preliminar del reino de los cielos, pero que aún no conocían su realidad.

Jesús no está diciendo aquí que las parábolas están diseñadas para esconder la verdad, y de esa manera cerrar la entrada a tales personas al reino de los cielos, sino que en realidad no todos tienen la habilidad de penetrar su significado. Dicha habilidad es algo dado a los discípulos, en vez de ser el resultado de la perspicacia humana. Pero este pasaje no explica el asunto de cómo llegar a ser discípulo. Se presume que los discípulos a los que estaba hablando Jesús en un tiempo no fueron iluminados; si ellos pudieron aprender estos misterios por medio del ministerio de Jesús, otros también podrían. Pero ya que que las divisiones existen y hay diferentes tierras donde puede caer la semilla, las parábolas seguirán revelando esa división.

Como en 7:24–27 no es meramente el oír la palabra lo que importa, sino la comprensión (19, 23). De esta manera la parábola del sembrador se prepara para los vv. 10–17, donde se hace una distinción aguda entre los oidores que no comprenden las parábolas y aquellos que poseen el “secreto” para resolverlas. En un sentido, es como una parábola acerca de parábolas. Por lo tanto, es apropiado que concluya en el v. 9 con una apelación a todos nosotros a que nos demos cuenta; la forma en que oímos determinará si nuestro discipulado es fructífero.

18:21–35 Sobre el perdonar a otros (Luc. 17:4). El enfoque aquí avanza a cómo deben responder los discípulos ante un condiscípulo cuando éste comete algún pecado que les afecta personalmente. Se presupone que la respuesta es el perdón; la única pregunta que queda es si habrá algún límite. La oferta de Pedro de siete veces parece generosa (¡una discusión rabínica posterior sugiere que tres veces es razonable!), pero Jesús descartó tales cálculos. Nuestro deseo de perdonar tendría que ser sin límite y tan extravagante como la venganza de la cual se jactaba Lamec (Gn. 4:24 hace eco deliberado en las cifras de siete y setenta y siete).

Esta exigencia se explica y se hace memorable en la parábola que sigue en los versículos 23–34. Perdonamos porque hemos sido perdonados por Dios, y ninguna ofensa en contra de nosotros puede compararse remotamente con la cantidad incalculable de perdón con que hemos sido perdonados. Diez mil talentos combina el número griego más grande con la unidad de moneda más grande. Aun un solo talento era una pequeña fortuna; diez mil estaban fuera del alcance de los sueños más locos de las personas ordinarias. Cien denarios no es una cantidad insignificante (el pago de 100 días laborables), pero es una pequeña fracción, ¡uno en 600.000 de la primera suma! Por lo tanto, a la luz de la incalculable gracia de Dios hacia nosotros, es absurdo, tanto como malvado, el que rehusemos perdonar a otros. La amenaza implícita del versículo 34 se hace explícita en el versículo 35; Dios no tratará livianamente a la persona que no perdona. Este fue el mensaje de 6:14, 15 y esa parábola nos recuerda de la manera que los pecados eran descritos como “deudas” en el Padrenuestro.

Nota. 22 Setenta y siete veces es una traducción más natural del griego que setenta veces siete (490 veces) y es un significado más claro del hebreo en Gn. 4:24.


19:1–12. En la ley judía el varón tenía el derecho de divorciarse de su mujer (pero no la esposa de su marido) con una declaración sencilla; no había juicio ni apelación. Esto era lo que se asumía como la intención de Deuteronomio 24:1–4, pero "algo indecente" que el pasaje daba como base para el divorcio daba lugar para debate. Algunos maestros lo limitaba al adulterio o a alguna otra conducta sexual indecente, pero en la práctica común, apoyada por algunos rabinos, resultaba virtualmente asunto del capricho del esposo, por cualquier razón.

En vez de entrar en este debate, Jesús otra vez (como en 5:32) declaró que el divorcio, por la razón que fuere, era incompatible con el propósito de Dios para el matrimonio. Al hacerlo, restableció el intento original del Creador, expresado en Génesis 1:27; 2:24, como superior a la provisión de Deuteronomio 24, que se dio sólo ante vuestra dureza de corazón. Las normas del divorcio eran una concesión para tratar con el resultado del pecado, no una expresión de la intención original de Dios. El divorcio podría parecer necesario, pero nunca puede ser bueno. El principio de que serán los dos una sola carne se puede cumplir solamente en un matrimonio sin disolución.

Esta posición firme, sin embargo, es la que Mateo modificó aquí y en 5:32, por la cláusula a no ser por causa de fornicación. Ni Marcos ni Lucas incluyen esta cláusula muy debatida, y a veces se piensa que es un esfuerzo por parte de Mateo de ablandar una prohibición total sobre el divorcio que pronto se comprobó ser no práctica en la vida real. Sin embargo, es más probable que Mateo esté sencillamente declarando lo que cualquier lector judío hubiera dado por sabido, que la infidelidad matrimonial (que incluiría no sólo el adulterio, sino también la promiscuidad antes del matrimonio) automáticamente anularía un matrimonio creando otra unión de "una sola carne". En los tiempos del AT la pena de muerte correspondía al adulterio, pero en los tiempos del NT una anulación formal era la respuesta aceptable. Este no era un "divorcio" voluntario, sino el reconocimiento necesario de que el matrimonio ya estaba finalizado.

El que Jesús exigiera fidelidad conyugal sin una "vía de escape" pasmaba a los discípulos. ¿Quién podría cumplir una demanda tal? No todos, Jesús estaba de acuerdo. Algunos no tienen el don del matrimonio y son llamados al celibato, ya sea por su condición física (fuese congénita o hecha por el hombre), o por su propia decisión a la luz del papel al cual son llamados en el reino de los cielos. En la sociedad judía era algo excepcional ser soltero (como lo fue Jesús), así que esta afirmación de ser célibe voluntariamente es importante. Sin embargo, el matrimonio con todas sus exigencias sigue siendo la intención divina para aquellos a quienes les está concedido.


25:14–30 La parábola de los talentos (comparece con Lucas 19:11–27). Como la parábola de los dos siervos en 24:45–51, ésta presenta a un dueño que emprende un viaje y deja a sus siervos con responsabilidades para llevar a cabo. De nuevo hay una larga espera (19), y lo que interesa es saber quién estará listo para el retorno de su amo. Esta parábola, sin embargo, diferente de la anterior, sugiere la manera de estar listos. No es asunto de una espera pasiva, sino la prosecución de la tarea aprovechando a lo sumo las oportunidades que se nos han encomendado.

El talento es, sencillamente, el nombre de una suma (muy grande) de dinero, en términos modernos equivaldría a varios miles de dólares. Esta es la parábola que le ha dado un significado metafórico al término, al ser aplicada a los dones y habilidades dados por Dios, y que tenemos la responsabilidad de usar. Probablemente, ésta sea una aplicación válida del relato, pero no debemos imaginar que la palabra griega en sí misma comunica algo más que el significado literal monetario.

A cada siervo le fueron entregadas diferentes cantidades (aunque todas muy grandes), conforme a su capacidad, y el aumento que se esperaba era en proporción a la cantidad encomendada. Dios reconoce que todos somos diferentes y espera recibir de nosotros sólo lo que corresponda. Es significante que los dos siervos que tuvieron éxito recibieron elogios idénticos del dueño (21, 23), aunque la escala de su responsabilidad original, y por lo tanto de sus logros, era diferente. El tener un “don” menor no nos disculpa de hacer un esfuerzo apropiado. El error del tercer siervo fue que no reconoció las intenciones de su dueño, y optó por seguridad en lugar del servicio. Con la esperanza de no equivocarse, terminó no haciendo nada correctamente.

Mientras que la descripción que hizo el siervo malo del amo como un capitalista acaparador (24) no tiene el propósito de ser una descripción alegórica de Dios, Dios sí espera, y premia, el uso creativo de las oportunidades de servicio que se nos abren. Si por error vemos a Dios como un tirano duro nos será difícil responderle de una manera amorosa y abierta. Debemos usar esos dones responsablemente, pero también en forma aventurada. De esta manera estaremos listos para la parousía.