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Malaquías

3:6-12 El profeta vuelve al tema de las ofrendas de Israel dadas de mala gana (1:6–2:9). Allí, sin embargo, el enfoque era sobre el fracaso de los sacerdotes en este asunto; el interés de Malaquías se amplía para incluir a vosotros, la nación entera (versículo 9).

Aunque la traducción del versículo 6 es incierta, Malaquías habrá citado el ejemplo de Jacob como para hacer resaltar el pecado del pueblo. Después del exilio de Jacob en Padan-aram, “volvió” tanto a la tierra prometida como al Señor, construyó un altar en Betel y ofreció el diezmo al Señor según su juramento en Génesis 28:20–22 (también Génesis 35:1–7). Cuando los descendientes de Jacob, en forma similar, volvieron de su exilio, reedificaron el altar en Jerusalén, pero fueron muy negligentes en presentar sus diezmos y ofrendas (también Nehemías. 13:10–13). Esta negligencia puede haber parecido justificable dados los fracasos de las cosechas, las sequías y las pestilencias (versículos 10, 11), que hubiera sido razón suficiente para desanimar a tales adoradores complacientes. El Señor revela, sin embargo, que tales desastres naturales fueron el resultado, y no la causa, de la desobediencia de la nación (versículo 8; Hageo 1:6, 9–11; 2:16–19).

Sin omitir la necesidad de la santidad (2:13; 3:3, 4), Dios promete en los versículos 10–12 que tan pronto como su pueblo llegue a ser fiel en la presentación de sus diezmos completos, la lluvia desesperadamente requerida llegaría (versículo 10), las pestilencias y el fracaso de las cosechas cesarían (versículo 11), y la promesa abrahámica por medio de la cual todas las naciones os dirán: “Bienaventurados” (versículo 12; Génesis 12:2, 3; también Salmo 72:17; Isa. 61:9; Zac. 8:13) será cumplida. En breve, Dios prometió satisfacer todas sus necesidades, pero no necesariamente todas sus avaricias. Una traducción más literal del versículo 10 podría ser “ … y derramar para vosotros una bendición hasta que no haya más necesidad.”