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Isaías

Isaías 44:1–28 El Dios viviente y su gran diseño.

1–5 Estos versículos reabren un interrogante aparentemente agotado con un característico y ahora, y asombrosamente reafirman al desagradecido Israel su llamado como siervo … a quien yo escogí (versículo 1, repetido en el versículo 2), junto con el afectuoso Jesurún (“recto”; Deuteronomio 33:5; pero ver Deuteronomio 32:15; sobre 42:19), y siguiendo a prometer mayores cosas que habrán de venir. El derramamiento del Espíritu es un vislumbre del nuevo pacto, como en Jer. 31:31–34; Eze. 36:26 siguientes.; Joel 2:28, 29; y las confesiones de la alianza en el versículo 5 son un goce anticipado de la conversión de los gentiles, como los del Salmo 87:4–6 (donde, sin embargo, es Dios quien los enrola). Los vástagos (versículo 3) de Israel señalarán la afluencia de las aguas vivas de Dios, así como los sauces demarcan el curso de un río (versículos 3, 4). El libro de Hechos sigue la pista de parte de esta corriente de vida sobre el suelo sediento.

6–8 Estos versículos constituyen la verdadera esencia de estos capítulos, con el énfasis en que Dios es el Adalid de Israel (Redentor, versículo 6; 41:14), su explícito monoteísmo (versículos 6b, 8b), su hincapié sobre la predicción (versículo 7b) y su tono tranquilizador hacia un Israel indiferente (versículo 8).

9–20 Predican el mismo mensaje pero desde la otra parte, tornando en vergonzosa la belleza estética de la idolatría, no dejando encubierto ningún aspecto de la misma. Es uno de los temas favoritos de estos capítulos: 40:18–20; 45:20; 46:1–7. La adoración de “esas cosas” (Torres Amat) dadas por Dios (versículo 9, versículo 14) y esculpidas por el hombre es igualmente absurda y blasfema (Romanos 1:25). La consiguiente incapacidad del hombre para ver esto (tan moderna como antigua) viene de un primer rechazo para enfrentarlo (versículos 18–20; Romanos 1:21).

21–28 Retornamos a la positiva y gozosa revelación del verdadero Dios. 21 Acuérdate se refiere probablemente a las cosas sobre las cuales Israel puede dar fe (versículo 8), como así también a las locuras paganas recién descritas (hay un llamado similar en 45:8). Pero la repetida demanda de Dios de controlar y predecir el curso de la historia se renueva aquí dramáticamente por medio de promesas específicas en los versículos 26–28. Las veladas predicciones de buenas nuevas para Jerusalén y de un libertador, en 41:2, 25–29, de pronto son develadas mostrando a Ciro y su edicto de reconstrucción; profecía que con el tiempo se cumplió (Esdras 1:1–4). Tal minuciosidad tiene su parangón solamente en 1 Rey. 13:2, donde se nombra a Josías 300 años antes de su época. 27 La referencia a las profundidades es otra alusión al éxodo, un recordatorio de la capacidad de Dios para ejecutar estas nuevas maravillas. 28 La expresión mi pastor no significa otra cosa que la utilización que Dios hace de este dirigente para sus propios fines.


62:1–5 La hermosura nupcial de Sion. Este es otro poema en las series (comenzando en 49:14 y terminando en 66:7–16) que describe a Sion como a una mujer que añora a su esposo y a su familia. Pero aquí el acento está puesto según la perspectiva de Dios sobre la reunión: la energía de su voluntad (versículo 1a), la altura (versículo 1b) y la anchura (versículo 2) de su ambición por ella; su orgullo en perfeccionarla (versículo 3), su gozo en traer de vuelta al hogar a los desterrados (versículo 4a); y el misterio central, que no es filantropía sino ardiente amor (versículos 4b, 5b).

versículo 4 De los cuatro nombres que aparecen en este versículo, los dos últimos han pasado a integrar (y también fuera de él) el vocabulario cristiano como Jefsibá y Beulá; su mención juntas ilustra el contraste entre la fe bíblica y los cultos cananeos. La metáfora de Dios como esposo señala a la fidelidad (sobre 50:1) y deleite, mientras Baal como esposo era poco más que una fuente de fertilidad (Oseas 2:12, 13).

versículo 5 Los hijos de Sion pueden hacer que la metáfora suene mal en nuestros oídos, pero llevan la intención de enriquecerla recordándonos que los piadosos están desposados con la ciudad madre al par que engendrados por ella, cuya restauración significará la delicia, tanto de ellos, como de Dios.