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Apocalipsis

2:1-7. - La Carta a la Iglesia en Efeso.

Efeso fue una de las grandes ciudades del mundo antiguo y considerablemente la mayor en Asia Menor. Estaba orgullosa de su título de "Guardadora del Templo", que originalmente se refería al templo de Artemisa (Diana), pero más tarde incluyó dos templos dedicados a la adoración de emperadores romanos. El templo de Artemisa era un famoso lugar de refugio para fugutivos, pero su envanecida "salvación" era objeto de mucho abuso, y la zona alrededor daba a los criminales un santuario fuera del alcance de la ley, por lo que llegó a ser el cuartel general del crimen organizado. El interés del populacho en la magia y la superstición se ilustra en Hech. 19:13–20. Pablo fundó la iglesia en Efeso y la hizo centro de la evangelización de la provincia (Hech. 19:1–10). De acuerdo con una tradición posterior, el apóstol Juan y María, la madre de Jesús, se establecieron allí.

1 El saludo inicial cita 1:12, 20; el Señor tiene las siete estrellas en su mano. Esto indica que él mantiene la vida espiritual de las iglesias; camina en medio de los siete candeleros y de ese modo está presente en todas las iglesias. Pero el poder que sostiene también es capaz de una remoción judicial; para ello se prepara al oyente con el título del v. 5.

2, 3 Yo conozco tus obras encabeza cada una de las cartas a veces dando aliento (por ejemplo 2:9, 13) y a veces produciendo vergüenza (por ejemplo 3:1, 15). Aquí in troduce un encomio. Las obras de los efesios eran arduo trabajo y … perseverancia; lo primero se muestra en los esfuerzos para vencer a los falsos maestros, y lo segundo en la persistencia ante la oposición tanto de los falsos profetas como de otras fuentes. Los malos son aquellos que dicen ser apóstoles y no lo son. Es probable que se trate de las personas mencionadas en el versículo 6 como "nicolaítas". Su maldad no se relaciona tanto con su doc trina como con el mal moral que surge de la doctrina.

4, 5 El fracaso de los efesios era la perversión de su principal virtud: has dejado tu primer amor. El llamado al arrepentimiento y a hacer las primeras obras sugiere que el fracaso de estos cristianos no era primordialmente la pérdida del amor a Dios sino a los demás. Cuando el rechazo de las prácticas de aquellos que yerran (6) se transforma en odio hacia las personas que yeran, los cristianos se apartan del amor redentor de Dios en Cristo (Juan 3:16) y pervierten la fe. De allí la seria advertencia del versículo 5: Vendré pronto a ti denota una venida en juicio, aun del mismo modo que el Señor vendrá al mundo un día para eliminar el mal. La remoción del candelero de su lugar puede significar nada menos que el fin del reconocimiento que Cristo ha hecho de la iglesia como algo propio. Estará tan vacía de Cristo como el templo de Jerusalén quedó vacío de Dios antes de su destrucción. (Eze. 11:22, 23; Mat. 23:38). Así tan grave es el pecado de la falta de amor en una iglesia cristiana.

7 El mandato el que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias aparece en las promesas a los vencedores en todas las siete cartas. Es improbable que el Espíritu hable sólo con sus promesas; habla a lo largo de todas las cartas. Parecería que el Señor resucitado se dirige a las iglesias por medio del Espíritu Santo. Esto está plenamente de acuerdo con la enseñanza de Jesús en los discursos del aposento alto en Juan 14–16 (ver especialmente Juan 16:12–15). El creyente que venza lo logra por medio de la derrota que Cristo ha infringido sobre los poderes del mal; comparte la victoria del Señor. Al que venza le daré de comer del árbol de la vida que está en medio del paraíso de Dios: El término paraíso es una palabra persa que denota especialmente un parque rodeado por una pared. Se usó en la LXX para traducir la palabra "jardín" (Edén). En la literatura judía, "jardín del Edén" y "paraíso", ambos se usaban igualmente para la morada de los justos en la vida futura. Por lo tanto, los maestros judíos hablaban del paraíso de Adán, el paraíso de los benditos en el cielo y el paraíso de los justos en el reino venidero de Dios. Lo que está en mente en esta promesa es el último significado. Adán y Eva perdieron el acceso al árbol de la vida y fueron echados del jardín (Gén. 3:22, 23); el creyente que comparte la victoria del Señor tiene la promesa de que le serán restauradas ambas bendiciones. En el NT un término frecuente para la cruz de Cristo es "árbol" (especialmente de labios de Pedro; ver Hech. 5:30; 10:39; 1 Ped. 2:24). El templo de Artemisa estaba construido sobre un altar hecho con un árbol, y con frecuencia un árbol simbolizaba a Efeso o a su diosa. Así como los creyentes efesios alguna vez consideraron el árbol de Artemisa como el asiento de la vida divina e intermediario entre la vida y la naturaleza humana, ahora habían aprendido que la vida eterna en el paraíso de Dios era suya por medio de la cruz de aquel que murió y resucitó.


2:8-11. La Carta a la Iglesia en Esmirna.

Esmirna era un puerto marítimo y su prosperidad, gracias a esa ubicación, estaba bien establecida antes de los tiempos cristianos y sigue hasta hoy con el nombre de Ismir. La primera ciudad con ese nombre fue destruida en el año 600 a. de J.C. y fue reconstruida por el sucesor de Alejandro Magno. La imagen del fénix, el ave legendaria que se levanta de las cenizas de la destrucción, se aplicaba a Esmirna. Este no es el único caso de una iglesia que reflejaba la historia de la ciudad en la que estaba ubicada. Hay un tema que domina esta breve carta, el del sufrimiento en la persecución. Eso lleva al saludo del Señor en la frase inicial: El primero y el último, el que estuvo muerto y vivió, dice estas cosas. Se recuerda a la iglesia que su Señor es el conquistador de la muerte y ha vencido en favor de ellos. Ocurría que uno de los más conocidos cristianos de la iglesia primitiva probablemente ya estaba en la congregación cuando se leyó esta carta. Era Policarpo, que luego llegó a ser obispo de Esmirna y fue martirizado alrededor del año 160. Cuando en su juicio se le ordenó que maldijera a Cristo, declaró que lo había servido durante 86 años y sólo había recibido la bendición de él, ¿cómo podría traicionar a su rey?

9 La tribulación y la probreza de los cristianos de Esmirna posiblemente se debían a las persecuciones que habían sufrido. La blasfemia de los judíos de Esmirna es característica de la amargura judía contra los cristianos de aquella ciudad, y otros autores hacen mención de ella. Estos judíos habrían aprovechado para informar contra los cristianos. La iglesia de Esmirna más tarde citó los alegatos de los judíos de que Policarpo resistía a la religión del Estado; hablaron de él como "el maestro de Asia, el padre de los cristianos, el derribador de nuestros dioses, que enseña a muchos a no sacrificar ni adorar". Tales personas ya no merecían tener ese nombre "judío", sino que se habían transformado en una sinagoga de Satanás (Núm. 16:3, donde dice "la sinagoga del Señor" en la LXX). El nombre Satanás significa un acusador, blasfemador; este grupo de judíos se aproximaba a ese carácter. Naturalmente esto no es una indicación del criterio de Juan sobre los judíos, pues él mismo lo era. Refleja la profundidad de la apostasía a la que se había hundido esta congregación.

10 El diablo por medio de sus instrumentos enviará a la cárcel a algunos cristianos de Esmira, y su persecución durará diez días. La prisión no era un lugar de castigo, sino un lugar donde esperar la sentencia, sea a trabajos forzados en una mina de sal, deportación o muerte. La persecución será corta, pero bastará para que algunos paguen el sacrificio final. Si era así, quedaba la seguridad de la corona de la vida de parte del Señor, o sea la rama de laurel para el vencedor en los juegos, que consistirá (en su aplicación) en la vida en el reino de Dios.

11 El consuelo del vencedor es que jamás recibirá daño de la muerte segunda. Esa es una expresión judía, que contrasta a la muerte que debemos sufrir todos con el destino de aquellos que nunca escaparán de su poder, ya sea porque son indignos de la resurrección de la muerte, ya sea porque sufrirán el juicio en el fin de los tiempos. Tal condenación significa morir dos veces. Los de Esmirna han de recordar que morir a causa de la ira humana es poco si se compara con el sufrimiento del juicio de Dios.



2:12-17. La Carta a la Iglesia en Pérgamo.

Durante muchos años hubo rivalidad entre Efeso, Esmirna y Pérgamo sobre cuál era la principal ciudad de Asia. No había duda en cuanto a que Pérgamo era el centro de la vida religiosa de la provincia. La ciudad estaba dominada por una gran colina de unos 300 metros sobre el nivel del mar y tenía muchos templos. El más famoso era el de Esculapio, el dios de la sanidad, estrechamente asociado con la serpiente, que dio a Pérgamo una reputación similar a la de Lourdes hoy. Había un gran altar a Zeus construido para conmemorar una notable victoria. Lo más importante de todo era que Pérgamo tenía el primer templo de la zona dedicado a Augusto y a Roma, por lo cual se transformó en el centro del culto al emperador en la provincia. Como se trataba de una afiliación tanto política como religiosa creaba problemas especiales para los cristianos. Los títulos de Señor, Salvador y Dios eran aplicados continuamente al emperador, algo que los cristianos no podían menos que resistir a la luz de su exclusiva adhesión correcta a Jesús.

12 El título es un eco de 1:16 y anticipa 2:16.

13 El Señor reconoce a Pérgamo como el lugar donde está el trono de Satanás. Lo más probable es que esto se relacione con el altar a Zeus, en forma de trono, que era en sí mismo un símbolo de la idolatría que dominaba en Pérgamo. Pero estos cristianos seguían siendo fieles al nombre de Jesús, el único Señor, Salvador y Dios encarnado. Es claro que había tenido lugar una persecución en el lugar, durante la cual había sido ejecutado Antipas, mi testigo fiel, uno de ellos. Esto pudo ser el primer caso de alguien que fuera testigo (griego mártir), porque la palabra se usa para alguien que ha dado su vida a causa de su testimonio de Cristo.

14 Pero la iglesia de esa ciudad tenía a algunos que se adhieren a la doctrina de Balaam, que era asociada con la doctrina de los nicolaítas. Desde los tiempos más antiguos se ha considerado que los últimos fueron seguidores de Nicolás de Antioquía, uno de los siete que fueron designados para ayudar a los apóstoles en Jerusalén (Hech. 6:5). Ambos nombres eran considerados como teniendo una similitud de significado. Nicolás significa "vencedor del pueblo" y Balaam "el que ha consumido al pueblo". El mal que estaba en juego era la persuasión a comer de lo sacrificado a los ídolos y a cometer inmoralidad sexual. Después que Balaam pronunció sus oráculos de bendición en vez de maldición sobre Israel (Núm. 22–24), los israelitas cayeron en inmoralidad sexual con las mujeres moabitas y comieron de sus sacrificios y adoraron sus dioses (Núm. 25:1, 2). En Núm. 31:16 se declara que las mujeres moabitas actuaron por consejo de Balaam. En Pérgamo, como en otros lugares, habían llegado maestros a las iglesias y habían tratado de persuadir a los miembros para que actuaran libremente en cuanto a la verdad reconocida de que los cristianos no estaban bajo la ley de Moisés. ¡El concepto de una sociedad permisiva por cierto no es nuevo! Ni tampoco lo son sus daños.

16 El Señor llama a arrepentimiento (o sea a volverse del pecado) porque de otro modo vendrá pronto y ejecutará el jucio sobre aquellos que enseñan y actúan de esa manera (2:5).

17 La promesa al vencedor es doble: Le daré de comer del maná escondido. Esto está de acuerdo con la comprensión de la redención como un segundo éxodo. Los judíos lo planteaban así: "Como el primer redentor hizo descender el maná, así el segundo Redentor también lo hará descender." Por supuesto, para el cristiano eso tiene un significado espiritual, similar al del "agua de vida" (22:17). La piedrecita blanca es algo ambiguo, dado que tenía una variedad de significados y usos en la sociedad antigua. Un individuo que estaba bajo juicio recibía de los jurados una piedra: una negra significaba que era culpable y una blanca que era inocente. Si esto estaba en mente, la promesa se relacionaría con la que fue dada a Esmirna (2:11). Existía la costumbre de que, cuando dos personas querían sellar una amistad, rompían una piedra en dos y cada una de ellas retenía una parte, lo que le daba acceso a uno a la casa del otro. Una ampliación de esa costumbre era el uso de una piedra para admisión a una fiesta; cuando se aplicaba a una asociación que celebraba fiestas regularmente podía ser caro y restrictivo, algo así como un club cerrado en la actualidad. Hay evidencia de haber dona do a los vencedores en los juegos una piedra que servía como recompensa y era provista de los fondos públicos. En cuanto a las posibilidades de interpretación, mucho dependerá de quién era el nombre nuevo escrito sobre la piedra en cuestión. Si era el de un creyente, entonces la promesa podría indicar la entrada en una relación distintiva en la nueva vida del reino de Dios. Si era el nombre de Dios (3:12), o de Cristo (19:12b), entonces indicaría una relación nueva y oculta con el Señor, quizá con una alusión al poder inherente en el nombre de Dios. El cristiano participa en el poder del Señor y, de una manera única sin que otro lo compartiera, en el carácter de Dios.


3:7-13. La Carta a la Iglesia en Filadelfia.

Como su vecina Sardis, Filadelfia sufrió por un terremoto y, si bien no fue tan afectada como aquella en el catastrófico sismo del año 17 d. de J.C., los experimentó con más frecuencia. Sobre este aspecto de la ciudad, Estrabón escribió: "Las paredes nunca dejaban de quebrarse y las diferentes partes de la ciudad están siempre sufriendo daño. Por eso, la ciudad ahora tiene pocos habitantes, pero la mayoría vive como campesinos en los alrededores, ya que allí tienen tierra fértil." La inseguridad de la vida en Filadelfia se contrasta en el versículo 12 con la promesa de un lugar permanente en la ciudad de Dios, y quienes vivan en ella no necesitarán buscar un lugar seguro fuera de las murallas. Toda la carta está dominada por la perspectiva segura y cierta de la vida en el reino de Dios.

7 El Señor resucitado es Santo y Verdadero, como el Padre (6:10), y así se le puede confiar para guardar su palabra. El tiene la llave de David. En 1:18, como el resucitado, Jesús tiene "las llaves de la muerte y del Hades", y así puede abrir las puertas de la muerte que conducen a la vida eterna; aquí la expresión recuerda Isa. 22:22 donde la autoridad sobre la casa de David significa y se refiere a la autoridad indisputable del Mesías sobre la entrada al reino de Dios o la exclusión de él.

8, 9 El símbolo de la puerta abierta a menudo se interpreta a la luz del uso paulino en 1 Cor. 16:9 y 2 Cor. 2:12, o sea la apertura de una posibilidad evangelística. Sin embargo, en este contexto se refiere a la puerta del reino de Dios. Como en Esmirna, los judíos de esta ciudad son llamados sinagoga de Satanás; no sólo se habrían opuesto a los cristianos, sino que habrían afirmado que éstos no tenían lugar en el reino de Dios, puesto que sólo era para los judíos. Por lo contrario, el Señor del reino ya ha abierto la puerta a sus seguidores y, en el día de su revelación, hará que estos judíos apóstatas hagan lo que ellos esperaban que los gentiles hicieran por ellos: caerán delante de los cristianos que despreciaban y reconocerán que son los amados del Mesías (ver Isa. 60:14).

10 La hora de la prueba que ha de venir sobre todo el mundo habitado no indica el tiempo del reloj cuando los juicios mesiánicos se hagan sobre la tierra, sino los juicios mismos. Un uso comparable de hora se ve en la oración de Jesús en Getsemaní, donde representa los horrores de la crucifixión y todo lo que eso significaba para él (Mar. 14:35; Juan 12:27). La tribulación ha de probar a todo el mundo habitado. En el Apocalipsis esta frase se usa habitualmente para los incrédulos del mundo (ver 6:10; 8:13; 11:10; 13:8, 14; 17:8). La preservación de la iglesia de los efectos de estos juicios se presenta en varias figuras de los juicios de Dios a lo largo del libro (ver 7:1–8; 11:1; 12:6) y tiene un estrecho paralelo en Juan 17:15.

11 Ahora se introduce una nota de urgencia que vuelve a aparecer en 22:7; 12:20.

12 El conquistador ha de ser una columna en el templo de mi Dios. En 21:22 queda claro que no hay otro templo fuera de Dios y el Cordero en la ciudad de Dios. La promesa que se da aquí es de una seguridad de la unidad inseparable con Dios en su reino venidero. Escribiré sobre él el nombre de mi Dios continúa la metáfora de la columna, ya que la inscripción se menciona como estando sobre aquélla y no en la frente del vencedor. En 1 Mac. 14:25–27 se cuenta cómo los hechos de Simón Macabeo se escribieron en tabletas de bronce, que se ubicaron "en un lugar destacado en el precinto del santuario", asegurando así un registro permanente de la grandeza de Simón. Sin embargo, la gloria del vencedor no está en sus hechos sino en que lleva el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios y el nombre nuevo de Cristo, o sea en el hecho de que pertenece a Dios y al Hijo de Dios en su gloria y es un ciudadano de la nueva Jerusalén, el reino eterno de Dios (21:2).



3:14-22. La Carta a la Iglesia en Laodicea.

Laodicea estaba situada a orillas del río Licio. Su ubicación en la conjunción de tres caminos imperiales que atravesaban el Asia Menor favorecía su desarrollo como centro comercial y administrativo de gran riqueza. Tres hechos sobre esa ciudad, conocidos por todo el mundo romano arrojan luz sobre esta carta: era un centro bancario, recomendado aun por Cicerón para el cambio de moneda; su ropa fabricada y sus alfombras de lana, hechas especialmente de la esponjosa lana negra de ovejas criadas localmente; y su escuela de medicina y productos medicinales, en especial un tratamiento ocular hecho con el polvo de una roca que se encontraba en la zona. La directa caracterización de la vida espiritual de la iglesia (17) y el llamado a su arrepentimiento (18) se combinan con esos tres aspectos de las actividades de la ciudad.

14 Como El Amén Jesús es la encarnación de la fidelidad y veracidad de Dios (ver Isa. 65:16). El uso cristiano de "Amén" agrega el pensamiento de que él también es quien garantiza y ejecuta los propósitos de Dios. Esa designación es un vívido contraste con la infidelidad de los laodicenses. El título el origen de la creación de Dios tiene la idea de "la fuente primordial de toda la creación de Dios". Es como el "Alfa" en el título "el Alfa y la Omega" (1:8), y quizá aquí intenta enfatizar la autoridad del Señor y su poder para llevar a cabo el propósito del que él es garantía y fiel testigo.

15, 16 Los términos frío, caliente y tibio quizá se relacionan con las aguas que había alrededor de Laodicea. La cercana Hierápolis era famosa por sus fuentes cálidas; Colosas, también muy cerca, se conoce por un torrente de excelente agua potable fría y clara. Sin embargo, como el río Licio se secaba en verano, Laodicea tenía que usar un largo viaducto para tener agua, que no sólo era turbia sino también impura y a veces nociva, que hacía enfermar a la gente. La iglesia de esa ciudad tenía ese efecto en Cristo, lo que era un vívido y horrible cuadro de juicio. (No se debe tomar el versículo 16 como si dijera que el Señor prefiere a un ateo o un fanático que a un cristiano tibio. El tema está en la posesión de una genuina vida en Cristo por parte de aquellos que declaran ser cristianos y no la forma en que la practican.)

17, 18 En una sola cláusula con frases contrastantes (Tú dices … yo te aconsejo), se deja ver la ironía de la situación laodicense. A pesar de su riqueza es desgraciado y miserable; a pesar de sus médicos y medicamentos para los ojos es ciego, y a pesar de su abundancia de ropas está desnudo. Por lo tanto, el Señor los llama a comprar de él lo que les falta (1 Cor. 2:6–16; 2 Cor. 4:1–6).

19 La nauseabunda condición de los laodicenses no ha apagado el amor de Cristo por ellos; sus acusaciones mordaces son la expresión de un afecto que quiere llevarlos al arrepentimiento (Heb. 12:4–11). La bondadosa invitación que sigue en el versículo 20 se da no a toda la iglesia, como si Cristo estuviera fuera de ella (lo que requeriría que dijera: "Si la iglesia oyera mi voz … iré y comeré con ellos y ellos conmigo"), sino a cada individuo dentro de ella, que transmite la oferta del Señor resucitado de compatir con cualquiera que abra la puerta de la comunión, aun en las actividades más comunes de la vida.

21 Así como se ofrece un alto privilegio a estos cristianos indignos, tenemos una promesa mayor que todas las presentadas antes: así tal como los creyentes invitan a Cristo a morar con ellos en esta vida transitoria, el Señor invitará a cualquiera que persevere hasta el fin a compartir en las edades futuras el trono que el Padre le ha dado. El cumplimiento de la promesa es descripto en 20:4–6, el gobierno "milenario" en la historia, y en 22:5, el reino eterno en la nueva creación.




Apocalipsis 7:1-17. Intervalo entre el sexto y el séptimo sellos

El sexto sello anuncia el fin de la historia con la venida de Dios y del Cordero. Uno queda a la espera de que se abra ahora el séptimo sello y sea revelado el reino de gloria. Por lo contrario, Juan relata dos visiones del pueblo de Dios en los últimos días. La primera se relaciona con el período anterior a los juicios descriptos en el capítulo 6; la segunda revela a los redimidos en la gloria que seguirá. El propósito de Juan es el de asegurar a sus lectores cristianos (¡y a sus oyentes!; 1:3) que no hay por qué tener temor de los juicios en los últimos tiempos, ya que Dios les protegerá.

A menudo se piensa que las dos mitades del capítulo se refieren a dos grupos diferentes de personas, dado que los versículos 1–8 muestran el cuidado de Dios por Israel en los últimos tiempos, o por lo menos de los judíos cristianos, mientras que los versículos 9–17 describen a los salvados de las naciones del mundo. Esta es una interpretación dudosa. Si el “sellado” de la primera visión describe la protección de Dios de los juicios destructores que vienen sobre la tierra, entonces todo el pueblo de Dios lo necesita y no una parte limitada de ellos (y eso es lo que se hace; ver 9:4). Además, la expresión los siervos de nuestro Dios, que son sellados (3) aparece varias veces en el Apoc. y regularmente indica a todo el conjunto de los redimidos (ver 2:10; 11:18; 19:2, 5; 22:3, 6). Es probable que Juan haya sido guiado a emplear una profecía que originalmente estaba dirigida a asegurar a los judíos de la certidumbre de su herencia en el reino de Dios. Lo aplica a la iglesia como el nuevo Israel, dado que su simbolismo llega allí a su perfecta realización (para la iglesia como nuevo Israel véase Romanos 2:28, 29; Gálatas 3:29; 6:16; Fil. 3:3; 1 Pedro 1:1; 2:9).

1 Después de esto señala una nueva visión; no es una indicación de tiempo en relación con los hechos que son narrados en el capítulo 6, sino que introduce una nueva revelación dada a Juan. Los cuatro ángeles … que detenían los cuatro vientos de la tierra son un símbolo alternativo de los cuatro jinetes del capítulo anterior (como en Zacarias 6:5). La furia destructora de los vientos representa toda la manifestación de juicio simbolizada por los sellos, las trompetas y las copas de ira. 2, 3 El cuadro del sello del Dios viviente se aplica a los siervos de Dios y proviene de la visión de Ezequiel de un hombre con un equipo de escribir, al que se le dice que atraviese Jerusalén y ponga una señal en las frentes de los justos para que puedan ser preservados por los agentes de destrucción (Eze. 9:1–6).

4–8 La enumeración de las tribus una por una sirve para enfatizar lo completo del número de los santos de Dios por los que cuida durante el juicio venidero. La lista es inusual en varios aspectos. Judá aparece primero, en vez de Rubén, el primogénito de Jacob (Gén. 29:32; Núm. 13:4–15; Deut. 33:6); esto se debe al reconocimiento de que Judá es la tribu del Mesías. Dan se omite, pero Manasés aparece, aunque éste debiera estar incluido en José. Ciertamente esto es deliberado. Los maestros judíos asociaban persistentemente a Dan con la idolatría. En los Testamentos de los Doce Patriarcas, se dice a Dan: “Tu príncipe es Satanás.” Desde Ireneo en adelante entre los cristianos se afirmó que el nombre de Dan se omitió porque el anticristo saldría de esa tribu. Por supuesto, éste era el concepto judío, pero en realidad las descripciones del anticristo en el Apoc. son irreconciliables con esto.

9 La visión de los 144.000 sellados para evitar los efectos del juicio es reemplazada por la de una gran multitud que nadie podía contar, de pie delante de Dios y del Cordero en la gloria de su reino. Consideran que este contraste señala dos temas complementarios de las Escrituras: por un lado, que Dios conoce el número de sus elegidos y, por el otro, que aquellos que heredan la bendición de Abraham son sin número como las estrellas. Sus vestiduras blancas significan pureza y gloria de resurrección y las palmas en sus manos la victoria y la alegría después de la guerra.

10 La salvación pertenece a nuestro Dios … y al Cordero es un eco del Sal. 3:8 (ver también Apoc. 19:1). Los vencedores atribuyen su redención a Dios y al Cordero. 12 La alabanza de las huestes angelicales refleja la de la multitud redimida.

13, 14 La respuesta de Juan a la pregunta de los ancianos implica: “Yo también quisiera saber.” La gran tribulación de la cual ha salido la multitud no es una designación general de las pruebas que son la suerte normal de los cristianos, sino la tribulación que tiene lugar al fin de los tiempos. La visión describe la escena después del cese de los juicios del Señor en la historia, y de los sufrimientos de los cristianos a manos de los enemigos de Dios, por lo cual tiene en vista a la última generación. Sin embargo, la declaración de los ancianos en los versículo. 14b–17 describe la bendición de toda la iglesia. La dificultad se alivia si recordamos que Juan profetizaba de un día que para él está casi en el horizonte; no se le permitió ver el período intermedio antes del fin. La última persecución puede venir en cualquier momento.

Aquellos que se han ido antes, habiendo dado un buen testimonio, por supuesto están incluidos en esta multitud, pero era superfluo señalarlo. Lo que está en vista es la iglesia del presente y su situación llena el marco de Juan. Para nosotros, casi dos milenios después, la iglesia está principalmente en el cielo, pero podemos saber que todos los creyentes, incluyéndonos a nosotros, estaremos en esa multitud.

Han lavado sus vestidos y los han emblanquecido en la sangre del Cordero (14) es una expresión simbólica sobre el perdón de los pecados por medio de la fe en el Cristo que murió por todos. La frase la sangre del Cordero es una forma abreviada para referirse a la muerte de Cristo, considerada como un sacrificio por los pecados; así las figuras del versículo 14 presentan la eficacia de la redención del Señor en las vidas de su pueblo. Incluye la derrota del pecado en la vida en virtud del poder de la expiación de Cristo y de ese modo cubre toda la peregrinación de la vida, así como también el evento de la conversión. Los versículo 16, 17 utilizan un lenguaje tomado de Isa. 29:8 y 49:10: Cristo aplaca la sed de la gente proveyendo en sí mismo el antídoto para su inquietud, que es la contraparte plena de sus deseos insatisfechos. Las fuentes de agua viva en la visión final de la ciudad de Dios se convierten en un río de agua viva (22:1, 2), o sea más de lo que es suficiente para las necesidades de todos.




11:1, 2 La seguridad de la iglesia. En este breve oráculo el templo de Jerusalén y sus adoradores son medidos para su protección en el tiempo de la prueba (sobre este simbolismo ver Eze. 40:3, 4 y Amós 7:7–9); el patio exterior de los gentiles y la ciudad son abandonados a la destrucción por parte de un poder pagano. Es improbable que Juan quisiera que esta "profecía" se interpretara literalmente (la ciudad y el templo habían sido destruidos una generación antes), o que lo enmarcara como un tipo de parábola profética. Más bien, como en el cap. 7, parece que hubiera adaptado una profecía judía previa; literalmente ha sido cumplida, pero espiritualmente aporta la verdad de la seguridad de la iglesia al soportar el sufrimiento. El mismo procedimiento de adaptación es evidente en la profecía de los vv. 3–13.

Versículo 1 El templo de Dios y el altar, y a los que en él adoran implican una idea, la de la iglesia (comparece con 1 Cor. 3:16). Versículo 2 Del mismo modo, el atrio de afuera y la ciudad santa en conjunto representan el mundo fuera de la iglesia. Es una transformación osada, pero el v. 8 implica que la que una vez fue ciudad santa ahora ha llegado a ser pecadora junto con Sodoma, Egipto, el opresor del pueblo de Dios, y el imperio tiránico que guerrea contra el Mesías. Los cuarenta y dos meses del v. 2, "1.260 días" de 12:6 y "un tiempo, y tiempos y la mitad de un tiempo" de 12:14 son expresiones equivalentes de los tres años y medio del gobierno del anticristo y todo ello deriva de las profecías de Daniel (ver Daniel 7:25; 9:26, 27; 12:7).

11:3–14 La profecía de los dos testigos. Aquí están envueltos principios de interpretación similares a los de los vv. 1, 2. El AT se cierra con una profecía del regreso de Elías para ministrar al fin de la era (Mal. 4:5, 6). El gran maestro rabínico Johanan ben Zakkai, contemporáneo del Juan que escribió el Apocalipsis, declaró que Dios dijo a Moisés: "Si mando al profeta Elías, ambos debéis ir juntos." Esa identificación se adecua a la descripción de los testigos descriptos en los vv. 5, 6. ¿Es que Juan quiere que entendamos que Moisés y Elías han de volver y cumplir el ministerio descripto en este pasaje? No, hay indicaciones de que, como en los vv. 1, 2, la visión debe interpretarse simbólicamente. En el v. 4 Juan presenta a los profetas testificadores en los términos de Zac. 4; allí los dos olivos representan al sumo sacerdote Josué y Zorobabel el gobernador, y el "candelero" es Israel. El candelero único se convierte en dos para adecuarse a los dos árboles y ellos retratan la iglesia en su capacidad profética. El candelero ya ha llegado a ser séptuplo para representar a las siete iglesias del Asia romana (1:12; 2:1); era una simple transición para hacer que se conviertan en dos y así adecuarse a los dos profetas. Así también, cuando en el v. 7 se afirma que la bestia ataca (mejor "hace guerra a") a los dos testigos y los mata, y que la gente de los pueblos y de las razas y de las lenguas y de las naciones miran sus cadáveres y celebran el hecho mandándose regalos entre sí (9, 10), es evidente que un cuadro original de dos profetas martirizados en Jerusalén ha llegado a ser un símbolo de un esfuerzo mundial para aplastar la iglesia de Dios. Sin embargo, la celebración es prematura (11, 12).

Versículo 3 Los testigos visten cilicio porque su mensaje es de juicio, llamando al arrepentimiento, y por lo tanto es paralelo a 14:6, 7.

Versículo 5, 6 El extraordinario poder de la iglesia que testifica es planteado en términos que recuerdan a Elías y Moisés. El fuego destructor recuerda 2 Rey. 1:10, 11; la capacidad de evitar que caiga lluvia a 1 Rey. 17:1; la transformación de agua en sangre y la agresión a la tierra con toda plaga a Exo. 7:12.

Versículo 7 Aquí está la primera mención en el Apocalipsis de la bestia que sube del abismo. Se habla de ella como de algo bien conocido, pero las descripciones más completas sobre ella aparecen en los caps. 13 y 17. Nótese la similitud del lenguaje en 13:7 al describir la guerra de la bestia contra la iglesia. En cuanto al abismo ver sobre 9:1. 8 La gran ciudad originalmente indicaba a Jerusalén (versículos 1, 2 y la cláusula final de esta frase), pero ha llegado a significar lo que Juan Bunyan llamó "Feria de las Vanidades". A lo largo del resto del libro la frase se usa refiriéndose a la ciudad ramera de Roma (16:19; 17:18; 18:10–24). En un notable giro literario, Juan identifica a Jerusalén con Sodoma, Egipto, la ciudad del anticristo y el mundo que rechazó y mató al Hijo de Dios.

Versículo 9, 10 Los judíos y los gentiles se combinan para celebrar su aparente victoria sobre la iglesia. La negativa de permitir el entierro de un cadáver significa la mayor vergüenza a la cual se puede sujetar una persona (ver Sal. 79:3). 11 La iglesia es sometida por sus enemigos por tres días y medio, un juego de palabras deliberado sobre los tres años y medio de la tribulación; sin embargo, ése es también tiempo del poderoso ministerio de los testigos. En comparación con la victoria del anticristo, no es victoria alguna. La declaración de que un aliento de vida enviado por Dios entró en ellos, y se levantaron sobre sus pies cita Eze. 37:10, que se refiere al avivamiento espiritual de la nación israelita. Por lo tanto, la "resurrección" se debe ver como algo que significa un despertar tan grande que llenará al mundo de asombro; pero teniendo en cuenta la enseñanza apostólica sobre la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos (1 Cor. 15:51, 52; 1 Tes. 4:14–18) es más probable que se refiera a la "primera resurrección" (20:5). Junto con el grave terremoto del v. 13 comparece con 6:12 y 16:18, implicando ambas cosas la llegada del fin antes de la revelación del reino. 13 El número 7.000 indica adecuadamente un décimo de la población de Jerusalén en el primer siglo a. de J.C. Al hacer que la ciudad represente la ciudad mundial, Juan no tiene necesidad de alterar su imagen porque "7.000" puede ser interpretado como que significa cualquier número grande. El hecho de que los sobrevivientes dieron gloria al Dios del cielo indica que estos hechos evocan el arrepentimiento de parte del populacho que lo había hecho hasta entonces (Jos. 7:19).

11:15-19 La séptima trompeta. El sonido de la séptima trompeta tiene el fin de presentar el tercer ay (14), pero en lugar de una descripción de calamidad, se hace la proclamación de la venida del reino de Dios.

Versículo 15 El lenguaje de la proclamación es un eco del Sal. 2:2, pero fraseado de manera especial, dado que lo que ha llegado es el reino … de nuestro Señor y de su Cristo, como una soberanía indivisible. El reinará por los siglos de los siglos. ¿Quién es él? ¿Nuestro Señor o su Cristo? Tenemos aquí un estrecho paralelo con Juan 10:30: "Yo y el Padre una cosa somos."

Versículo 17 El habitual atributo de Dios se abrevia significativamente; ya no se dice que ha de venir (1:4), ¡porque ya ha venido! El reino "ha venido a ser" (v. 15), dado que Dios ha puesto por delante su gran poder para aplastar la rebelión de la humanidad contra su gobierno soberano, que ha existido a través de las edades. El reino de Dios es esencialmente la liberación del mal y el don de la vida. El cap. 5 muestra que ha comenzado con la muerte y resurrección de Jesús y su victoria se celebra en la canción del v. 17. La canción marca una progresión ordenada de pensamiento que se expone luego en el Apocalipsis. Dios ha comenzado a reinar, tal como se ve en el reino milenario (20:4–6); las naciones se enfurecieron, levantándose en rebelión (20:8, 9); ha venido tu ira, manifestada en juicio (20:9); ha llegado el tiempo de juzgar a los muertos (20:11–15), cuando los santos han de ser recompensados en la ciudad de Dios (21:9–22:5) y los destructores de la tierra serán echados en el lago de fuego (20:15; 21:8). 19 El templo de Dios que está en el cielo se abre para revelar el arca de su pacto. Su manifestación en este punto implica que la meta del pacto, que es la promesa del reino, ahora está por ocurrir. Relámpagos, voces, truenos, un terremoto y una fuerte granizada son el testimonio de que ha llegado la consumación (8:5; 16:17–21).

13:1-18 El anticristo y su profeta. En su determinación de aniquilar la iglesia, el dragón llama en su ayuda no a uno sino a dos aliados. La primera bestia proviene del mar (1) mostrando su condición como un monstruo marino, como el mismo dragón y por lo tanto demoníaco. La segunda bestia viene de la tierra (11). Esta diferencia corresponde a la que hay entre el behemot, el monstruo terrestre (Job 40:15–24) y el leviatán, el monstruo marino (Job 41); en la literatura profética y apocalíptica, estos seres tipifican los poderes que se oponen a Dios (ver por ejemplo Isa. 27:1; 51:9; Eze. 32). En consonancia con eso el dragón, la bestia del mar y la bestia de la tierra forman un tipo de trinidad perversa (ver 16:13). Satanás pretende ser Dios; el anticristo es el cristo de Satanás y la bestia de la tierra cumple la función de un espíritu impuro. El anticristo persuade al mundo a adorar al diablo; tiene una herida fatal pero vive (3) en una monstruosa imitación del Cristo de Dios. La segunda bestia trata de persuadir al mundo para que adore al anticristo por su testimonio en acción y palabra, así como el Espíritu Santo testifica del Cristo de Dios; y por medio de la marca de la bestia (que es una parodia del sello de Dios) crea una imitación demoníaca de la iglesia de Cristo. De ese modo Juan describe al mundo dividido entre los seguidores de la Verdad y los seguidores de la Mentira.

1, 2 Los detalles del monstruo marino son tomados de Dan. 7, pero allí las características de leopardo, oso y león se compartían entre los cuatro imperios y sus gobernantes. Aquí se combinan en una temible unidad de poder y maldad: el leopardo significa la crueldad y la astucia, el oso la fuerza y el león la ferocidad. 3 El hecho de que una de sus cabezas estaba como herida de muerte, pero su herida mortal se había sanado indica que uno de los emperadores había muerto pero vuelto a la vida. Precisamente, eso es lo que se afirmaba de Nerón en el tiempo en que se escribió el Apoc., ya que, aun cuando Nerón se suicidó en el año 68, se creía generalmente que había vuelto a la vida y retornaría a dirigir los poderes orientales contra Roma.

4–7 El mundo adora tanto al demonio como al falso cristo. Al último le fue dada una boca que hablaba insolencias y blasfemias (lo que ya era claro en las pretensiones de los emperadores romanos de ser divinos) y autoridad para actuar por cuarenta y dos meses, o sea el período de la tribulación (ver 11:2, 3; 12:14). ¿Quién le dio esa autoridad, incluyendo el poder para hacer guerra contra los santos y vencerlos (7)? En el v. 4 el dragón es el que da la autoridad, pero el límite de cuarenta y dos meses fue fijado por Dios. De acuerdo con ello, lo que finalmente controla las acciones del anticristo es el permiso divino (Dan. 8:9–14; 11:36). La soberanía de Dios nunca es más evidente que cuando la maldad llega a sus límites, tal como se evidencia en la crucifixión de Jesús. 8 La referencia de las palabras desde la fundación del mundo es incierta; puede ser relacionada con la muerte del Cordero o con la escritura de los nombres en el libro de la vida. Ambos significados son igualmente verdaderos; en cuanto al primero, 1 Ped. 1:19, 20; para el último Ef. 1:4. La dificultad se resuelve para la mayoría al recurrir a 17:8, donde se usa un lenguaje casi idéntico, relacionando la frase con la escritura en el libro. Sin embargo, el orden de las palabras no favorece aquí esta interpretación y es preferible mantener la de la RVA.

10 Hay diferencias en la interpretación de este paralelo. Según RVA, BJ y otros, ambas frases se refieren a los perseguidores de la iglesia, indicando que la justicia alcanzará al opresor, pero puede ser mejor DHH o BA, donde se señala que recibirán la penuria los que estén destinados a ello. Este dicho es un eco de Jer. 15:2 y es un llamado a la perseverancia y la fidelidad hasta la muerte en el espíritu de Jesús (Mar. 8:34, 35).

11 La segunda bestia tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, simulando el carácter de Cristo, pero sus palabras eran demoníacas (Mat. 7:15). El hecho de que esta bestia hace que la tierra y sus habitantes adoren a la primera bestia sugiere que representa el sacerdocio del culto del emperador y las autoridades políticas que lo apoyan. Luego se le llama "el falso profeta" (16:13; 19:20; 20:10). Es posible que la primera bestia signifique el imperio anticristiano encarnado en un anticristo personal, de modo que este sacerdocio pagano se representa en una cabeza suprema que dirige su obra demoníaca. 13–15 Los sacerdotes paganos sienten escaso remordimiento cuando apelan a trucos, como la producción de fuego, presuntamente del cielo, y hacen que un ídolo hable por medio de la ventriloquia. Sin embargo, nótese que es un hecho característico de la profecía cristiana que los engaños anticristianos ocurrirán en el tiempo del fin (por ejemplo Mar. 13:22; 2 Tes. 2:9).

16–18 La marca de la bestia sobre los no cristianos es una contraparte del sello de Dios sobre los cristianos (7:1–8); ambos muestran la lealtad a un individuo, sea a Dios o al demonio. El efecto inmediato de reclamar que todos reciban la marca de la bestia es el ostracismo social de aquellos que la rechazan, y produce la guerra económica del Estado contra la iglesia, con la muerte de aquellos que no se rinden a ello.

La marca se describe como el nombre de la bestia o el número de su nombre. Muchos idiomas antiguos no tenían cifras para indicar números sino que en lugar de ellos usaban las letras del alfabeto (a=1, b=2, c=3 y así sucesivamente). Esto hace posible que un nombre sea representado por el número que se obtiene agregando los valores numéricos de las letras del nombre. Por ejemplo, hay una inscripción en una pared de Pompeya que dice: "Amo a aquella cuyo número es 545." ¡Sin duda, la muchacha sabía cuál era ese nombre! De modo que, a pesar de las muchas posibilidades que permite el número 666, es virtualmente seguro que el individuo indicado de ese modo fuera conocido por las iglesias a las que se dirigía Juan y probablemente más allá. El nombre "César Nerón" transliterado del griego al hebreo produce el número 666. Si lo es de latín al hebreo da el número 616, como se lee en algunos manuscritos antiguos del Apocalipsis. El número habría tenido un valor especial en los círculos apocalípticos donde el hebreo (lenguaje del AT) era conocido. Para los cristianos 666 era una cifra sumamente adecuada para el anticristo; representa una forma coherente de mostrar que no se alcanzaba la perfección divina que es sugerida por 777, ¡mientras que el nombre de Jesús en griegp totaliza 888! He aquí un aspecto de la diferencia entre el cristo del demonio y el Cristo de Dios; el falso cristo es tan incapaz de llegar a ser el liberador del mundo como el Cristo de Dios excede todas las esperanzas de la humanidad que espera un salvador. Debemos recalcar que esta es una de las tantas posturas que existen respecto a este pasaje, sobre todo lo que dice relación con el 666.

14:6–20. El día de la ira. Esta sucesión de cortos oráculos se unifica por el uso de seis ángeles que anuncian el juicio y lo llevan a cabo. Como los versículos 1–5, tiene la intención de fortalecer el ánimo de los cristianos; la primera visión describe una compensación por el bien y la otra una paga por las malas obras.

Versículos 6, 7 Se da una última advertencia a los incrédulos. Todas las naciones son llamadas al arrepentimiento y la adoración a Dios. El mensaje se llama el evangelio eterno, dado que las bendiciones eternas de las buenas nuevas aún permanecen para aquellos que respondan. Obsérvese que la representación de un ángel predicando el evangelio es parte del simbolismo de las profecías; el término “ángel” significa “mensajero” y los mensajeros son de carne y hueso.

Versículo 8 La caída de Babilonia se repite extensamente en los capítulos 17 y 18. Este nombre se aplica a Roma en 1 Pedro 5:13 y en textos extrabíblicos.

Versículos 9–13 Esta advertencia forma un complemento a la predicación del evangelio eterno en los versículos 6, 7. Los seguidores de la bestia beberán el vino del furor de Dios que ha sido vertido puro. El texto griego describe el vino como “mezclado sin mezclar”, o sea vino fuerte mezclado pero no aguado (sobre este simbolismo ver Sal. 75:8; Isa. 51:17–23). El simbolismo de fuego y azufre (o “azufre ardiente”) como juicio viene de tan lejos como la destrucción de Sodoma en Génesis 19:24, 25 (Is. 34:8–10). 12 El llamado a la perseverancia de los santos encuentra un elemento adicional en la contemplación de la condena de los adoradores de la bestia, así como el conocimiento de que muchos cristianos serán llamados a sufrir prisión y muerte (ver 13:10).

Versículo 13 La bienaventuranza de los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor sirve para un propósito similar. Si de aquí en adelante indica un punto en el tiempo será el “ahora” de la redención de Cristo (12:10). Una traducción alternativa es “seguramente”; en cuyo caso la afirmación es simplemente énfática: “¡Bienaventurados con toda seguridad son los que mueren en el Señor!”, o expresiones parecidas.

Versículos 14–20 Es habitual interpretar los versículos 14–16 como una descripción de la reunión de la iglesia por Cristo en su venida, y los versículos 18–20 como la reunión del mundo incrédulo para juicio, especialmente en vista de la aparición de uno semejante al Hijo del Hombre en el versículo 14 (1:13). Sin embargo, parece extraño que Cristo reciba la orden de parte de un ángel para aparecer en gloria y cumplir su obra salvadora. Es más probable que aquel “de aspecto similar a un hombre” sea una figura celestial que comparte algo de la gloria de Cristo, como el “ángel poderoso” de 10:1. La cosecha del grano y la recolección de las uvas representa entonces un acto abarcador de juicio, como en Joel 3:13, sobre el cual se basan estos dos oráculos. En cuanto a la cosecha en la tierra por medio de un instrumento angelical Mt. 13:41, 42.

El sexto ángel tenía poder sobre el fuego y salió del altar; esto se relaciona con 6:9–11; 8:1–5; 9:13; 16:7. Ejemplifica nuevamente la conexión entre el sacrificio y la oración de los santos de Dios así como el advenimiento del reino de Dios. La figura del juicio divino como un lagar donde se pisan las uvas parte de Is. 63:1–6. Tiene simbolismo como la medición del fluir de sangre del vino del lagar y su exageración es algo típico, al decir que salió sangre del lagar hasta la altura de los frenos de los caballos (20).

En 1 Enoc 100 se habla de la guerra en los últimos días cuando padres e hijos lucharán entre sí y los hermanos contra los hermanos “hasta que los torrentes se llenen de su sangre … y el caballo pisará con sangre de pecadores hasta el pecho y la carroza se sumergirá hasta lo más alto.” Los judíos describían en forma similar la matanza hecha por los romanos en tiempos de Adriano: “Asesinaron a la gente [de Beter] continuamente, hasta que un caballo hundió las narices en sangre. Y la sangre se derramó en el mar hasta seis kilómetros. Sin embargo, si piensas que Beter está cerca del mar, ¿no sabes que está a 65 kilómetros?” La profecía de Juan es una representación característica del juicio en la parousía de Cristo y debe ser interpretada a la luz de la naturaleza de un apocalipsis.

19:1-10 Acción de gracias por los juicios sobre Babilonia. Las palabras de alabanza que resuenan desde el cielo por la manifiesta justicia de Dios al destruir la ciudad del anticristo conforman una respuesta al clamor del ángel en 18:20 a alegrarse por lo que Dios ha hecho. Las alabanzas del cielo son registradas en los vv. 1–4 y las de los santos, apóstoles y profetas en los vv. 6–8. El orden de las alabanzas del cielo en el cap. 5 aquí aparece invertido; primero, la multitud de los ángeles hace oír su gozo entusiasta y luego los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes agregan su Amén. El llamado a la alabanza por parte de los siervos de Dios, pequeños como grandes (5) es respondido por el clamor de los redimidos en los vv. 6–8. El cuádruple Aleluya de este pasaje es único en el NT; este término no aparece en otro lugar de sus páginas. Lo conocemos por su uso en los Sal., en particular en los llamados Hallel, o sea los Sal. 113–118, cantado en los festivales de Israel y asociado sobre todo con la pascua.

1, 2 La canción desarrolla 7:10 y es similar en significado a 12:10. La salvación incluye la liberación de los poderes contrarios a Dios y por lo tanto del juicio. Los ángeles celebran lo último, como es característico del Apoc. (cf. 7:9, después del juicio de los sellos; 11:16–18 después del juicio de las trompetas; 15:3, 4 en anticipación del derramamiento de las copas de ira). 3 El segundo Aleluya celebra lo irreversible de la destrucción de Babilonia. Su lenguaje es un eco de Isa. 34:9, 10, el día del Señor sobre Edom, que en sí mismo recuerda la destrucción de Sodoma y Gomorra. La descripción del fuego que no se apaga en el foso ardiente de Edom es seguido, sin embargo, por otro de la tierra que es habitada por aves y bestias salvajes, ligando dos cuadros simbólicos de juicio, que estrictamente son irreconciliables. Del mismo modo, el v. 3 también debe ser calificado por la descripción de la nueva creación hecha por Juan (21:1–5), en la cual no habrá lugar para los fuegos de Babilonia.

5 La voz que salió del trono debe ser de uno de los seres vivientes y no del Cristo glorificado, que difícilmente llamaría al pueblo de Dios diciendo: Load a nuestro Dios. 6–8 Las alabanzas de la iglesia se relacionan con la venida del reino de Dios y las bodas del Cordero más bien que con la desolación de Babilonia. La afirmación de que reina el Señor nuestro Dios Todopoderoso debe ser, como en 11:16, "nuestro Dios Todopoderoso ha comenzado su reinado" (BJ, "ha establecido su reinado"; Besson, "entró en el reinado"), o sea que ha llevado a la perfección su reino de salvación con bendiciones sin límite para la humanidad, por lo tanto, ahora es el tiempo de las bodas del Cordero, en un sentido similar, porque la iglesia ya es la novia de Cristo, pero aún no es "una iglesia gloriosa que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que sea santa y sin falta" (Ef. 5:27). El comentario explicativo de que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio. Porque el lino fino es los actos justos de los santos (v. 8), viene claramente de Juan y no es una parte del canto. Note el delicado balance de la gracia de Dios y la respuesta humana que aparece en las declaraciones: Se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio, porque la santidad es un don de Dios y su novia se ha preparado, ocupándose en los actos justos de los santos. La doble realidad continúa a través de la vida cristiana (cf. Fil. 2 :12, 13).

9 La cuarta bienaventuranza del Apoc. anticipa el clímax de las relaciones de Cristo y su pueblo. Estos son los que han sido llamados a la cena de las bodas del Cordero o sea creyentes, indicando que aquí se emplea un doble simbolismo: la novia y los invitados son lo mismo (cf. 21:9, 10, donde la novia es también la ciudad santa. Estas son palabras verdaderas de Dios; incluyen también a aquellas que hablan del juicio sobre Babilonia y la bienaventuranza de la participación en la boda del Cordero, o sea las visiones de 17:1 hasta este punto. 10 El ángel rechaza la adoración de Juan dado que él también es un consiervo tuyo que mantiene el testimonio de Jesús. Dios es el único que debe ser adorado, porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía. Esa traducción podría significar que el testimonio de Jesús es el "aliento" o principio de la profecía, pero eso es demasiado impersonal. La declaración se aclara cuando se comprende que el nombre favorito de los judíos para el Espíritu de Dios era "el Espíritu de profecía", por lo cual ello significa "el testimonio presentado por Jesús es la carga del Espíritu que inspira la profecía", ¡y él glorifica al Señor! Eso expresa perfectamente la enseñanza del Espíritu Santo en los discursos de Juan 14–16 (ver especialmente Juan 14:26; 16:12–15).

19:11-22:5 la Revelacion Del Cristo y de la Ciudad de Dios. El juicio de Babilonia ha sido el tema de 17:1–19:10, afirmado sobre todo por la séptima copa en el juicio de 16:17–21. Pero aún no se ha expresado el destino del anticristo y sus aliados, que es el tema del juicio de la sexta copa (16:12–14). Esto es el prefacio de las visiones finales del triunfo de Cristo y su reinado, que consiste en una descripción de la venida de Cristo y la subyugación de los poderes del mal (19:11–20:3), el reino de Cristo en este mundo (20:4–10); el juicio final (20:11–15); y la nueva creación y la ciudad de Dios (21:1–22:5).

19:11-21 El jinete del caballo blanco. 11–15 El cuadro de la venida de Cristo se logra por medio de una serie de imágenes simbólicas que iluminan aspectos de un hecho demasiado grande como para ser captado de antemano. Cuando se abre el cielo, lo primero que ve Juan es un caballo blanco, con un jinete que se llama Fiel y Verdadero. Por lo común no pensamos en Cristo regresando en un caballo, acompañado por multitudes de ángeles en caballos, ni tenemos por qué hacerlo. Es una representación de Jesús el todopoderoso Conquistador, "mariscal" de los ejércitos celestiales, viniendo a dominar a los rebeldes de la tierra, que son dirigidos por los poderes del infierno. Sus ojos como una llama de fuego se relacionan con el juicio; sus muchas diademas, con su posición como "Rey de reyes y Señor de señores". Tiene un nombre escrito que nadie conoce sino él mismo, sin embargo, sus nombres son dados en los vv. 11, 13 y 16; testifican de quien es él, pero sólo Dios puede captar el misterio de su persona (cf. Mat. 11:27). Su vestidura teñida en sangre es la de Dios (ver Isa. 63:1–6), que según los rabinos Dios usaría el día de su venganza sobre Roma. Los ejércitos en el cielo que siguen a Cristo son las "huestes celestiales", o sea los ángeles que le rodean (cf. 1 Rey. 22:19; Sal. 103:20; Dan. 7:9, 10, 13; Mar. 8:38; 13:26, 27; 2 Tes. 2:5, 6). El Señor tiene una espada para herir con ella a las naciones y pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso: dos figuras complementarias en las que Jesús se revela primero como soldado y luego como granjero que asegura su cosecha de uvas.

16–18 Las órdenes del ángel a las aves de presa ¡Congregaos para el gran banquete de Dios! se toman de la visión de Ezequiel sobre el derrumbe de Gog y Magog (Eze. 39:17–20), aunque el ataque a Gog y Magog es puesto por Juan en el final del reino terrenal (20:7–9), en armonía con la visión de Ezequiel (Eze. 38:7–9). Este gran banquete para las aves de rapiña es una contraparte de la fiesta que comienza en el reino de Dios (Isa. 25:6), descripta aquí como la cena de las bodas del Cordero.

19–21 La bestia y sus aliados se reúnen para hacer la guerra contra el que estaba montado sobre el caballo y contra su ejército. Están congregados, o sea en Armagedón (16:16). ¡Pero no hay batalla! Los ejércitos del cielo vigilan mientras la bestia y el falso profeta son capturados, el Cristo esgrime la espada de su boca y el demonio es arrojado en el abismo. Esta es una escena de juicio por medio del poder de la palabra de Dios. Toda la descripción es pictórica, incluyendo el caballo de Cristo, la espada que sale de su boca y las aves que se hartan de la carne de los que han sido muertos. No podemos estar seguros del significado de los detalles de este cuadro, aparte de una realidad dominante: la victoria de Cristo sobre los que se oponen a él es total. El anticristo y el falso profeta fueron lanzados vivos al lago de fuego ardiendo con azufre. El lago de fuego es un cuadro variante del infierno, que en gr. es Gehenna, transliteración del heb. Ge-hinnom, el valle de "Hinnom", donde en tiempos de Jeremías los judíos ofrecían sacrificios humanos (ver Jer. 7:31). En la literatura apocalíptica, ambos términos son pictóricos; el primero es un desarrollo del concepto del abismo y ambos representan el inescapable juicio de Dios sobre aquellos que persisten en su rebelión.

20:1-3 La subyugación del dragón. La descripción de la subyugación del "dragón" (Satanás) continúa sin una interrrupción el relato de la conquista de la trinidad malvada que ha reunido a "los reyes de todo el mundo … para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso" (16:14). Esos párrafos nunca debieron haber sido separados. Después del juicio del anticristo y el falso profeta y las multitudes que ellos han engañado, el enemigo final, o sea el diablo, que había inspirado la rebelión contra Dios, es objeto de atención. No es necesaria ninguna gran lucha; un ángel le prendió, le ató con una cadena, lo arrojó al abismo y lo cerró, y lo selló sobre él, un medio cuádruple de asegurar que ha sido removido de todo contacto con la humanidad en la tierra (sobre este simbolismo ver Isa. 24:21, 22). Como declara el texto, esto era para que no engañase más a las naciones, hasta un momento decretado por Dios cuando será liberado por un breve lapso, o sea hasta que se cumpliesen los mil años. La liberación, así como la prisión, son el cumplimiento del propósito inescrutable de Dios.

Nota. El reinado de Cristo de mil años. La atadura de Satanás por mil años coincide con el "reino de Cristo" por mil años (20:4). Este reino de mil años ha recibido el nombre de "milenio" (mille significa "mil" en latín) y se llama "quiliasmo" a la doctrina (chilias es mil en griego). La limitación de reinado del Mesías a mil años no se encuentra en el AT, sino que el reino sobre el cual él domina se representa típicamente como un reino de este mundo, centrado en Jerusalén. En Isa. 65:17–25 y 66:22, 23 se habla de la creación de nuevos cielos y nueva tierra, pero la descripción del reino de Dios se da totalmente en términos de este mundo (una Jerusalén gozosa, longevidad humana, estabilidad en los hogares y el campo, niños felices, animales pacíficos). Algunos autores apocalípticos enfatizan este concepto de una nueva creación, de modo que entre los judíos es común distinguir entre el reino del Mesías en este mundo y el reino de Dios en el nuevo (aunque no sin el Mesías). Existía una gran diversidad de opiniones sobre la duración del reino mesiánico entre los rabinos. Se sugería que duraría 40 años (de acuerdo con los que estuvo Israel en el desierto), o 400 años (tiempo en Egipto), o 4.000 (desde la creación hasta el presente). Otros puntos de vista eran que duraría 365 días (Isa. 63:4 habla de un "día" de venganza y un "año" de redención) o 365.000 años (Sal. 90:4 habla de un día como mil años ante el Señor). Este último pasaje llegó a ser combinado con la idea de la historia como recapitulando la semana de la creación, seguida por el reposo divino el sábado, de modo que los seis días de la historia llevarían a un sábado histórico, el reino del Mesías, que a su vez sería seguido de un octavo día sin fin. Este criterio se presenta en el cap. 15 de la Epístola de Bernabé, una obra cristiana más o menos contemporánea al Apocalipsis. Para Juan los "mil años" probablemente indicaban el carácter del reino de Cristo más que su duración, o sea que habla de su naturaleza como el reposo sabático de la historia humana, y así se vincula con la enseñanza en Hebero del reino como el reposo sabático que espera al pueblo de Dios (Hebreo 4). Sin duda, Juan habría sido confirmado en esta interpretación por la lectura de Eze. 36–48, donde la restauración de Israel a su tierra bajo el Mesías, el nuevo David (capítulos 36, 37) es seguida por la rebelión de Gog (capítulos 38, 39) y la promesa de una nueva Jerusalén con un nuevo templo (capítulos 40–48). La oración que Jesús enseñó a sus apóstoles sería así más importante aun ("venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra", Mat. 6:10); y Juan también habría conocido las bienaventuranzas ("Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos … Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad"; Mat. 5:3, 5).

La exposición de Pablo sobre el reino de Cristo en 1 Cor. 15:22–25 está estrechamente relacionada con la exposición de Juan e indica la probabilidad de que sea una tradición establecida en la iglesia primitiva. Ciertamente, fue así en los primeros siglos, pero algunos líderes cristianos destacados se oponían, favoreciendo interpretaciones más extravagantes. La interpretación de Agustín de que el milenio es el período de la iglesia entre la primera y segunda venida de Cristo llegó a ser la enseñanza oficial tanto de la Iglesia Católica como de las reformadas. Un ejemplo es el comentario de Hendriksen sobre el Apocalipsis, donde identifica la atadura de Satanás (20:1–3) con su expulsión del cielo (12:9); los mil años del poder de la iglesia (20:4–6) con su tiempo de triunfante testimonio (11:2–6; 12:14, 15); el ataque de los ejércitos de Gog y Magog (20:7–9) con la persecución de la iglesia por el anticristo (11:7–10; 13:7, 8); la posterior destrucción de esos ejércitos (20:9) con el Armagedón (19:19–21); y el juicio final (20:11–15) con el juicio mesiánico (14:14–20).

Esta es una plausible e interesante interpretación del texto, pero parece incluir dificultades insuperables. En 12:9 Satanás es echado del cielo, donde ya no podrá acusar más a los santos delante de Dios, para caer en la tierra, donde se intensifica su guerra contra la iglesia, porque su tiempo es corto; en 20:1–3, es sacado de la tierra y encarcelado en el abismo, para que ya no pueda corromper a la humanidad. El juicio de 14:14–20 está en línea con los juicios mesiánicos de los últimos tiempos, sobre todo con lo que ocurra en la venida de Cristo (19:19–21); mientras que el juicio final de 20:11–15 es sobre todas las generaciones de la humanidad. La derrota de los poderes del mal se describe en el indivisible pasaje de 19:19–21:3, y eso ocurre en la venida de Cristo en gloria, lo que es seguido por un reinado de mil años. Agreguemos a ellos la imposibilidad de reconciliar la presunción de Juan, compartida en general por los profetas, de que el Señor puede venir pronto (1:3; 22:20) con la noción de que el reinado de mil años precederá su venida, lo que produce la dificultad de atribuir a Juan este esquema interpretativo. Juan sabía bien que el reino de Dios se estableció por medio de la redención de Cristo (capítulos 5; 12:10–12); el reino que el Señor traerá en la segunda venida será el triunfo del que trajo por medio de su ministerio encarnado, de allí la revelación de lo que ha estado en el mundo desde la resurrección en adelante.

Entonces, ¿por qué Dios permite la liberación de Satanás al fin de los mil años? Juan hubiera contestado: "Así está escrito." La profecía del ataque de Gog sobre Israel (Eze. 38, 39) se ubica después de la restauración del pueblo al reino. Gé. 1–3 aporta mucho del simbolismo de la ciudad de Dios en el Apocalipsis. La meditación de Juan sobre esos capítulos pudo haber sugerido que como se permitió a Satanás entrar al Edén para exponer la naturaleza de los corazones humanos, del mismo modo se le permitirá hacerlo en el paraíso final, de modo que toda la hostilidad a Dios puede ser expuesta plenamente y ser aniquilada antes que su reino sea absoluto. Como otros autores apocalípticos, Juan debió haber sabido que la plenitud del reino de Dios no puede lograrse dentro de las limitaciones de este mundo, ni aun en el paraíso restaurado; la meta de la creación sólo puede ser alcanzada por medio de una restauración como la de Cristo.

20:4-6 El milenio. La descripción del reinado de Cristo es extraordinariamente breve; nada se dice sobre las condiciones de vida en esos mil años, salvo una simple afirmación de quién ejercerá el dominio en ellos. Sin embargo, hay razón para creer que la extensa descripción de la ciudad de Dios en 21:9–22:5 se aplica al reino de la era milenaria tanto como a la próxima era eterna. 19:6, 7 celebra el matrimonio de la novia en la venida de Cristo; 21:9 revela que la novia es la ciudad santa de Jerusalén. Las huestes de Gog rodean "el campamento de los santos y la ciudad amada" (20:9), que debe ser la ciudad de Dios, la nueva Jerusalén de este mundo. Las naciones caminan a la luz de la ciudad y llevan su gloria a ella, pero nada sucio entrará por sus puertas (21:24, 25) y las hojas del árbol de la vida sanan a las naciones (22:2). Tales afirmaciones son más apropiadas aun en cuanto a la ciudad en el mundo que en la nueva creación. No hay una línea en 21:9–22:5 que no se pueda aplicar al reino en este mundo, lo que sugiere que significa vida en la historia así como en la eternidad.
4 ¿Quiénes son los que se sentaron sobre los tronos? Dan. 7:9–14, 27 da la respuesta: "los santos del Altísimo", con lo cual concuerdan Apocalipsis 5:9–20 y 19:7. De estos "santos" Juan hace una mención especial al hablar de los mártires y de quienes confesaron a Cristo, para aliento de todos los que han sido llamados a recorrer el sendero del martirio.
5 Los demás muertos no volvieron a vivir se relaciona casi seguramente con los muertos sin Cristo; Juan no negaría la resurrección de la iglesia en la venida de Cristo.
6 La quinta bienaventuranza declara la bendición de aquellos que comparten la primera resurrección. Sobre éstos la segunda muerte no tiene ningún poder (versículo 14 y sobre 2:11) y ellos serán sacerdotes de Dios y de Cristo mientras que reinan con él. Por lo tanto, su reino es su servicio a Dios y la humanidad.

20:7-10 La última insurrección del mal. Como se mencionó antes, aquí Juan sigue la profecía de Eze. sobre la invasión de la tierra de Israel por Gog y Magog después del reino mesiánico ya establecido. Si bien en Eze. 38, "Gog de la tierra de Magog" viene del norte para invadir la tierra santa, en la visión de Juan, Gog y Magog ocupan el lugar de las naciones que están sobre los cuatro puntos cardinales de la tierra (8). Estas subieron sobre lo ancho de la tierra y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada por Dios; ¡una urbe de unos 2.200 km. de ancho, largo y alto (21:16)! El evento es tan simbólico como el Armagedón y representa un ataque sobre la manifestación del dominio de Cristo en el mundo. 9b, 10 Los presuntos destructores son destruidos, y el demonio es echado al lago ardiendo, para no volver a perturbar más a la humanidad.

20:11-15 El juicio final. Si la huida del cielo y la tierra de la faz de Dios ha de verse como el precursor del nuevo cielo y la nueva tierra (2 Ped. 3:10–13), el espectáculo del gran trono blanco como la única realidad que la humanidad puede contemplar es ciertamente una visión terrible. Pero la descripción probablemente es simbólica para aumentar la terrífica grandeza de la escena, la última teofanía abrumadora de la cual quiere escapar la humanidad sin lograrlo (6:12–17).

12 Los muertos, grandes y pequeños, están de pie delante del trono, o sea que toda la humanidad es convocada al juicio. ¿Está exenta de esto la iglesia? 20:4–6 sugiere que sí, pero en ese caso los creyentes habrían sido juzgados antes (3:5; 2 Cor. 5:10), pero Juan no da indicios de esto. El pasaje destaca la necesidad de que todos sean juzgados, sean santos o pecadores ¡y hay bastante tiempo como para ello! El juicio continúa de acuerdo con dos criterios: primero, de acuerdo a sus obras y, en segundo lugar, por el testimonio de los libros. Este último hecho se toma de Dan. 7:10, que refleja tanto una corte común en sus procedimientos como el hábito de los reyes persas de registrar cada detalle de los eventos en sus provincias. Lo más importante es que el testimonio conjunto de ambos criterios concuerda y el libro de la vida ha de revelarlo.

14, 15 La Muerte y el Hades representan el hecho de morir y la condición a que se llega luego de la muerte. Ambos fueron lanzados al lago de fuego, circunstancia que muestra la naturaleza claramente pictórica de la escena, incluyendo el lago de fuego. En ese lago fueron echados aquellos cuyo nombre no fue hallado inscrito en el libro de la vida. El lago tiene su origen en el abismo, la sede del monstruo enemigo de Dios, y tradicionalmente la morada de los malos espíritus y el lugar donde los ángeles caídos fueron castigados. Es la alternativa a la ciudad de Dios. De acuerdo con ello, Juan representa la misma realidad por el muy diferente símbolo de la vida fuera de la ciudad (21:27) en contraste con la vida dentro de ella (21:24–26). Es significativo que todo comienza en relación con la nueva creación, la obra de Dios en Cristo; podemos estar seguros de que la gracia y la verdad (Juan 1:17) serán tan realmente unidas en el juicio como lo fueron en la cruz de Cristo.