Génesis 29:31 - 30:24 La bigamia nunca estuvo en el propósito de Dios, porque él le dio a Adán sólo una mujer, y en 4:19–24 se dan destellos de cuán brutal puede llegar a ser un bígamo. Sin embargo, en esta sección vemos la tragedia desde la perspectiva de las esposas. Habiendo sido engañado en su matrimonio con Lea, Jacob realmente nunca le amó como tampoco a sus hijos. Es más, pareciera que él nunca la reconoció como su esposa. Pero ella se desesperaba por su afecto, como lo revelan los nombres que le dio a cada hijo. Su más profundo deseo era: ahora me amará mi marido (32; 33–35; 30:18–20). Pero sus esfuerzos por lograr su deseo nunca funcionaron. Por otro lado, Raquel era consumida por los celos porque Lea había logrado dar a luz hijos mientras que ella seguía siendo estéril. Puede ser que Jacob la amara, pero ella anhelaba un hijo. Ella le rogaba a él: ¡Dame hijos; o si no, me muero! (30:1).
La desesperación de ambas esposas se ilustra más adelante en los versículo 3–16. Primero, Raquel recurrió al matrimonio subrogado a través de su sierva Bilha (una práctica ya criticada en el cápitulo 16, cuando Sara animó a Agar a quedar embarazada en su lugar). Las desafortunadas repercusiones de aquella decisión continuaban en el cápitulo 21. Aquí, Lea respondió al uso que Raquel hizo de la subrogación poniendo a su sierva Zilpa como segunda esposa subrogada. Pero esto no fue el fin de sus conflictos, porque Rubén (el hijo mayor de Lea) encontró algunas mandrágoras, una antigua droga que facilitaba la fertilidad. Siguió una bizarra negociación en la que Raquel ofreció cambiar unas noches en la cama con Jacob por las mandrágoras. Como resultado de su trato Lea esperaba ganar el amor de Jacob y Raquel esperó llegar a ser fértil.
El resultado fue otros tres hijos que le nacieron a Lea y ninguno a Raquel. Sólo cuando se acordó Dios de Raquel ella concibió y dio a luz un hijo (22, 23). Fue la gracia, y no las drogas, la que llenó su necesidad. Fue en el entorno de estas infelices relaciones matrimoniales que nacieron los 12 antepasados de las tribus de Israel, porque Rubén, Simeón, Leví y los demás son los nombres de las tribus. Las promesas a Abraham han dado un paso muy importante para su cumplimiento con el nacimiento de estos hijos. Nuevamente, es en la gracia divina, y no en los esfuerzos humanos, que descansa la esperanza de la salvación del mundo.
Nota al versículo 14 Las mandrágoras eran famosas en el mundo antiguo porque intensificaban el deseo sexual y aumentaban la fertilidad (Cantares 7:13).